lunes, 21 de septiembre de 2009

PRIMAVERA

La primavera se ve en las calles: en los colores de las vidrieras; en las risas de las niñas que se balancean felices por las veredas de Buenos Aires, como pájaros salvajes en celo; en el paso relajado de los hombres de traje y maletín que cruzan la Avenida 9 de Julio escuchando La Mosca en su MP3 que hasta ayer sólo estaba cargado con Joaquín Sabina y Arjona.

La primavera cambia los estados de ánimo;  predispone a la amabilidad al cajero del Banco Patagonia ventanilla Dos hasta extremos inauditos; relaja el rostro anguloso del kiosquero de Belgrano y Berutti y afloja los elásticos del corpiño de la promotora de Pan Bimbo en el Carrefour de Avenida Pavón.

La primavera nos viste de fiesta y nos lava la cara por los próximos trescientos sesenta y cuatro días; nos invade con sus olores a hierba fresca, flores silvestres y caca de perro. La primavera explota como sólo Vivaldi puede contarlo, y se mete en la piel y los huesos de cada habitante de esta ciudad de acero y cemento.

Por eso es que la primavera me rompe las pelotas.



Me repugna, me indigna, me produce un dolor en el pecho que recién va suavizándose en diciembre y no termina de irse hasta las primeras tormentas de fines de marzo. Me parece una estación idiota, que sólo a un trastornado mental  se le pudiera haber ocurrido crear si abonamos al creacionismo, o una desviación impropia de un planeta de tan impresionante historia físico-química si nos inclinamos por una explicación más científica del mundo.

La primavera es aborrecible. Molestas partículas de polen que dejan las narices como canillas de moco, el júbilo de hormigas, cucarachas, pulgas y ladillas que celebran la supervivencia a otro invierno y se preparan para invadir canastas de sanguches, bolsas abiertas de galletitas Don Satur, perros lanosos y vellos púbicos imprudentes y libertinos.

Como una catarata de virus y bacterias, la primavera se desencadena irremediablemente sobre los organismos sumisos de los terráqueos que como una verdadera masa descerebrada, la celebra con bríos dignos de otras causas.

Para la primavera no hay remedio, pero afortunadamente tenemos a Crónica TV alzando las banderas rojiblancas y alentando a resistir: el otoño está a la vuelta de la esquina...

1 comentario:

  1. Amo el otoño y el invierno, pa´ que negarlo, pero debo decir que a pesar del puto polen que me obliga a inyectarme benadryl de vez en cuando, la primavera tiene algo que no sé definir y que me gusta, nada de lo que nombraste, pero me gusta.
    Mi beso pa´ usté, asadista y lentejero de lujo.

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