viernes, 17 de abril de 2009

Feisbuk

Uno es los amigos que tiene.

Ese es el tesoro que acumulamos a lo largo de la vida, el mayor y el más valioso, al que defendemos con orgullo hasta el último día que pisamos el mundo.

Y si... porque con los hijos uno es demasiado subjetivo, el orgullo ahí es un poco forzado, ¿vió?
Uno puede tener un tremendo pelotudazo, pero al fin y al cabo es sangre propia, es el legado que le dejamos al mundo y salió como salió... Uno hizo lo mejor que pudo, pero qué se le va a hacer...
Hay que estar orgulloso de los hijos, porque para eso están, para orgullo nuestro y de quienes nos rodean. Mirá sino cuando en cada cumpleaños viene la tía Hilda y le retuerce los cachetes mientras le chupetea la piel de arriba abajo gritando 

– ¡No lo puedo creeeeeeeeeeer ! ¡Es mi sobriiinooo ! ¡Noooooooo! Venga con la tía mi chupetincito de algodón, que la tía lo tuvo en brazos cuando pesaba tres kilos setecientos...-
Y así será por los años de los años, hasta que a la tía Hilda el Alzheimer le haga confundir al sobrinito con el Papa Benedicto XVI y le pida que le bendiga las enaguas.

Bueno, pero decía entonces, que orgullo verdadero, orgullo de posta, orgullo sin lazos condicionantes de ninguna especie, es el que siento por mis amigos. Porque serán lo que serán, pero son de fierro.


Serán borrachos, drogados consuetudinarios o mormones conversos, charlatanes insoportables o resentidos sociales, provocadores, fanfarrones o melancólicos incurables, pero son mis amigos, 

¿Y qué? Con ellos se va hasta el fondo del océano o al desierto de Gobi sin preguntar por qué. 
Si hay que ir, se va, y todo lo demás, al carajo.

Será por esa valoración tan extrema que tengo de la amistad,  que cuando Facebook me muestra el cosito ese que dice AÑADIR AMIGOS me da como una cosa, como una desconfianza, ¿no?.
Está bien, igual, acepto la licencia del término porque sino sería engorroso buscar definiciones acordes al vinculo real, porque además es cierto que si acepto un “amigo” lo hago porque me agrada vincularme con él. No necesariamente seremos AMIGOS en la vida, pero bueno, podemos tener una relación de onda, digamos para que el espectro social sea un poco más amplio que el que nos permite el tiempo real y el espacio geográfico. 

O sea, internet nos corre algunos límites hasta extremos insospechados, y eso no está mal si se lo usa con sentido común.

Ahora... No nos vayamos de mambo...

Y si, ¿viste? Porque si querés yo soy tu amigo, pero tampoco me vengas con que te hiciste admirador de los pepinos con dulce de leche o que te uniste al grupo “Yo le toque los huevos a Pipo Pescador en el estudio mayor de ATC.” 

No, todo tiene un límite, yo quiero ser tu amigo, pero a mi no me jodas con esas cosas...


“Juancito Pérez es admirador de ‘mientras me ducho me como un Paty’”. ¿Que admirás qué? 
¡Pará! Todo bien, pero la boludez tiene un límite.


De todas formas, no digo que esté mal ser misericordiosos ante situaciones como éstas, propias del exceso de pasión que ponen algunos en mostrar sus tesoros interiores. Es preferible esto que revolver la mierda propia con las manos y pintar con ella las paredes, síntoma característico que tan bien han descripto y analizado desde Freud y sus primeros discípulos hasta los más contemporáneos Bucay, Rolón o Chiche Gelblung; pero si sos boludo, disimulá!

Es que facebook vendría a ser, en realidad un gigantesco Gran Hermano en el que todos participamos, mostrándonos naturalmente, colgando fotos de nuestros momentos más íntimos y personales para que otros puedan comentar sobre lo que nosotros hicimos.
“¿Qué estás haciendo?” te pregunta Facebook. Porque esa es la pregunta que quieren hacerte los que miran tu perfil. Quieren saber todo porque vos pertenecés a este mundo y nada de lo tuyo les es ajeno.

Con el tiempo uno baja las expectativas, el “¿Qué estás haciendo?” se va transformando en un acompañante permanente al que uno le da bola o no, pero su caracter intimidante sigue allí las 24 horas, es como el ojo de Gran Hermano que no deja de mirarte.
Difícilmente haya un “Me estoy enfiestando con el hombre que vino a arreglar el cable y sus tres ayudantes”. No, las respuestas suelen ser menos atractivas.
Puede ser también que mis amistades sean más discretas que el ser humano-facebook promedio, o que tengan una menor actividad sexual, o gustos más tradicionales, pero lo cierto es que ese tipo de respuestas no suelen verse en el “¿Qué estás haciendo?”.
Entonces, uno va bajando las expectativas por las respuestas y se conforma con cosas menos excitantes: “Estoy podando el helecho”, “Estoy por sacar a pasear a mi gata Pelusa”, “Estoy pensando de qué color pintar el cuarto de la nena”, y ese tipo de pelotudeces.

La cuestión es contarle a mi universo-facebook qué estoy haciendo, para que todos sepan que yo estoy viviendo de manera casi permanente, que yo existo carajo, y quiero contarlo.
Aunque no lo veamos, el sol siempre está, cantábamos hace unos años. Hoy la frase ha cambiado como cambió el mundo: al sol ya me lo paso por las pelotas, ahora el que siempre está soy yo. 

Es la victoria del individuo por sobre el cosmos, del perfil en el que YO cuento lo que estoy haciendo sobre la declamación de que hay un universo que está por encima de todos nosotros.
Lo que YO hago, importa más que El Resto (tango de Aroldi).

Dentro de este panorama, el “yo admiro a” o el “pertenezco al grupo tal” es por lo menos un grito de convocatoria colectiva: “Uno de tus amigos admira sacarse los mocos en el semáforo” y ahí va nuestro click en el “Hazte admirador” porque, mirá vos, a mi me pasa lo mismo. O el interminable desafío de quién es más vivo: “A que encuentro en Facebook cien mil hinchas del Steau de Bucarest que piensen que los de Inter de Porto Alegre son menos amargos que los de Argentino de Quilmes”, y sus respuestas, también interminables: “A que encuentro en Facebook Doscientos mil hinchas de Argentino de Quilmes que les chupa un huevo los que son del grupo de a que encuentro en Facebook cien mil hinchas del Steau de Bucarest que piensen que los de Inter de Porto Alegre son menos amargos que los de Argentino de Quilmes”
Y así la multiplicación de los grupos, como aquella de los peces y panes con la que nos han engañado desde chiquitos....

En fin, a mi dejame el Facebook, que ya trajo de vuelta a casa a entrañables amigos a quienes no veía desde hace años y de quienes no sabía un carajo y con los que pude comer varios maravillosos asados que hasta hace poquitos días jamás hubiera imaginado.

O aquellos con quienes nunca fuimos tan amigos pero de los que siempre quise saber qué habrá sido de sus vidas, porque teníamos buena onda, porque eran buena gente o por compartir momentos que serán eternamente inolvidables.


Pero no me pelotudiés (Si, así con "ies" que es como lo decimos)  

No me vengas con la exacerbación de las relaciones virtuales porque eso conmigo no va: yo quiero abrazarte, tomar un vino y cagarme de risa mirándote la cara, decirte que te quiero mucho saboreando cada palabra, degustando la amistad como un malbec o un torrontés salteño, sintiendo los tonos frutados y las notas de ciruela y cabra en celo (las papilas de los enólogos siempre me parecieron sorprendentes), quiero quedarme hablando de nuestros hijos y de la joda que le hicimos en tercero a la de música hasta las cinco de la mañana, y de que se murieron tu vieja y la mía y de que a Racing le dicen Martín Karadajián, así, sin tandas en el medio para cambiar de clima, así como es la vida, simple, despiadada y única.

Yo quiero que tus ojos llorosos a las cuatro de la mañana después de varias botellas, se metan en mi sangre y se queden ahí hasta el próximo encuentro.

Y ahí, Feisbuk, pierde por goleada.





2 comentarios:

  1. GUSTAVO FRANCISCO GERARDI17 de diciembre de 2010, 18:29

    AL COLON, NEGRO. UN ABRAZO. HOY DESCUBRI ESTA VENTANA A LA VIDA. LA ESTOY DEGUSTANDO...

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