miércoles, 11 de marzo de 2009

UNA MENTIRA LLAMADA RIQUELME

El fútbol está lleno de mentiras.

Miente la FIFA, miente la AFA, mienten los dirigentes de los clubes, mienten los DT, mienten los jugadores, mienten los periodistas. Lo único que no se mancha son los hinchas.

Los hinchas son el último refugio del potrero, la última trinchera de esa pelota no contaminada. Hablamos de los hinchas, por supuesto, no de los barras a sueldo de los dirigentes. Hinchas como el personaje de Discepolín en esa película que debería ser de exhibición obligatoria en escuelitas de fútbol y divisiones inferiores de los clubes. Hinchas que pagan entradas cada vez más caras para ingresar a canchas cada vez más incómodas, más sucias, más inseguras. Hinchas que están preparados en la sala de partos para salir corriendo a sacar el carnet de socio y a colgar la camisetita en la habitación. Hinchas que enfrentan la adversidad, la mala campaña, el peligro del descenso, los manejos corruptos de partidos, árbitros, pases de jugadores y decisiones tomadas por empresas y representantes más que por entrenadores. Hinchas que se mojan o se cagan de calor o de frío, que rompen el carnet cuando venden a Gustavito López y se vuelven a inscribir cuando aparece Aguero, hinchas que lloran por el primer campeonato que festejan con los hijos o por el primer campeonato que celebran sin el padre. Hinchas como Pablito Marti, que arriesga sus ochenta y pico de kilos trepado a lo más alto del alambrado de la cancha auxiliar de Rácing para colgar ese cartel que le pide a los jugadores que jueguen con ganas.

Los hinchas no se venden. Son fieles hasta las últimas consecuencias y hasta el último segundo de existencia. A excepción del negro Florentín que era de Boca y se hizo de Independiente para ir a la cancha con sus amigos de la secundaria, los hinchas son intransferibles e incorruptibles.

Por eso uno no entiende. No entiende cuando el ocho ve pasar a un rival a diez centímetros de distancia y no es capaz de estirar la piernita, o cuando el nueve patea una pelota con el arco vacío y la manda cinco metros arriba del travesaño, o cuando Pirulito dice “no siento este puesto, prefiero jugar como lateral volante carrilero semienganche por derecha” o cuando los técnicos con tono de telenovela mexicana declaran que “falta trabajo, el mensaje de nuestro proyecto requiere que los jugadores se adapten y eso llevará un tiempo, hay que ensamblar las características del esquema que venían implementando, el tres - tres – dos – dos, con el cuatro – uno – tres – dos que nosotros pretendemos cuando jugamos de local y el cuatro – cuatro – uno – uno para los partidos de visitante.”

Uno no entiende, o mejor dicho, se hace un poco el boludo, para no mandar todo a la mierda y dedicarse a ver golf. Ahí no hay falta de adaptación posible, el esquema es “uno” y pará de contar.

Pero entre las cosas que no se entienden, permítaseme gritar un nombre y un apellido: UNO NO ENTIENDE A JUAN ROMÁN RIQUELME.

Uno no entiende a ese muchacho que nos dice “Soy feliz” con una cara de orto difícil de igualar, a ese que dice que se va de la selección porque la mamá sufre cuando pierde, al que se la agarra con un hincha porque le pide que transpire esa camiseta por la que le pagan en un mes más de lo que él va a ganar en toda su vida, a ese que se pasa noventa minutos llorándole al árbitro para que amoneste al dos del rival o para que le cobre un tiro libre cerca del área, a ese que le dice a los hinchas de Boca que si el club hace el sacrificio de pagarle cinco millones de dólares durante dos años, el tercero lo juega gratis.

Juan Román Riquelme es un gran exponente de la mentira en el fútbol. No porque sea mal jugador, por favor... ¡Es un monstruo! Pero es un monstruo que nos toma el pelo. Riquelme juega un partido bien y le alcanza para hacer declaraciones de crack por tres meses, hasta que juegue otro partido bien. Riquelme es un fracaso en los mundiales, es un fracaso en Barcelona, es un fracaso en Villarreal y es un fracaso en las eliminatorias. Señoras y señores, permítanme decir que JUAN ROMÁN RIQUELME ES UNA GRAN MENTIRA.

Yo pienso, si se me permite la expresión, que Riquelme abusa sin disimulos de que lo más parecido a un jugador de fútbol que vieron los hinchas de Boca , fue a Darío Grandinetti en Esperando la Carroza.
Ellos idolatraban a Hrabina, a Giunta, a Suñé, a Pernía y tienen al Toto Lorenzo en el altar de los directores técnicos intocables; entonces llegó Riquelme de Argentinos Juniors, la pisó dos veces y ellos no lo podían creer. Maradona, Riquelme, Márcico, Brindisi son jugadores distintos, ya uno los ve parar la pelota y se da cuenta que del semillero de Boca no pudieron salir porque son incapaces de sacarla de punta y para arriba.

Riquelme entonces, abusa de estos hechos. Especula con esa ignorancia futbolística de sus idolatrantes, como hacen los magos con la ansiedad de sus espectadores. Nos muestra un globo de colores por allá y aparece la chica serruchada al medio; pero en realidad no hay nada, todo es un truco, todo es ilusionismo. Yo te piso la pelota y te tiro un caño en mitad de cancha, pero no me pidas que corra cinco metros para ponerle un pase en profundidad a Mouche porque eso yo ya no lo hago, eso ya lo hice hace cinco años cuando estaba el mellizo, ahora no, ahora vivo de rentas, ahora la piso en el medio y se la pongo al pie a Abondanzieri. Soy feliz. Soy muy feliz.

Maradona es un genio jugando y es un genio analizando: Riquelme así no le sirve, porque Riquelme así en una mentira más de este fútbol mediocre. Riquelme es la mentira, el engaño, es un político de nuestro fútbol que promete talento y nos termina ofreciendo fastidio tras fastidio. Se enoja con el periodista que pregunta, con el hincha que no lo reverencia, con el dirigente que no quiere pagarle como si fuera Messi, con el compañero que no está donde el supone que debería estar, con el árbitro que no cobre lo que el quiere y hasta con el rival que lo marca, si, hasta con el rival que lo marca, como si su condición de figura debiera bastar para que ningún rival se le acerca a menos de dos metros.

Así que mirá Riquelme: si querés seguí mintiendo en Boca, que a ellos les gusta, pero a la selección no vengas más, cuidá a tu vieja, sé feliz y tomátelas. Dejanos con Messi, con Aguero, con Tévez, que cuando se ponen la camiseta se les encienden los ojos y se siguen riendo en una cancha. Andá Riquelme, andá con esa cara de orto a decirle a Mariano Closs que sos feliz, para que el diga todo lo que vos querés escuchar, PERO NO NOS MIENTAS MÁS RIQUELME, sos una mentira, como los Se Monkies, como Dedos de los Locos Adams, como la sordera de Bernardo, como el cuello de Mirtha Legrand, como las bravuconadas de De Angeli.

Sos una mentira como Luis Majul.

1 comentario:

  1. Como estoy de acuerdo en eso de que los bosteros no tienen referentes de "fulbito" o el conocido paladar negro, te lo digo yo que soy de Independiente, es cierto, este pecho frío la pisó dos veces y no entendieron más nada. Dicen que es el mejor de la historia, mirá como será que superó a Maradona en su lista de ídolos jajaja

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