domingo, 8 de febrero de 2009

Carta a mis amigos de Edesur


Queridos amigos de Edesur:


Déjenme decirles que soy feliz.


Soy un hombre feliz, y debo a vuestra empresa, parte importante de esa felicidad.


Ustedes, a través de una impecable gestión en la distribución del servicio eléctrico, han dado a mi persona una de las mayores lecciones que puedan recibirse sobre el sentido mismo de la vida, la razón de la existencia del ser humano en el mundo, la comprensión de la esencia sobre la que tanto ahondaron filósofos y pensadores de todos los tiempos.


Mi vida era un pantano. Una caja de bello envoltorio, completamente hueca y vacía.
Creí durante mucho tiempo en una falsa felicidad, buscaba el placer en la cosa vana, en la risa fácil, en el chiste ligero.


Veía a Independiente, o el Clásico del domingo, rodeado de amigos en la TV de 32”, frente a ese importante ventilador de pie con palas de metal, Kacemaster industria nacional, fabricado en Haedo, de 220 Watts de potencia. A veces usaba el DVD para ver El Padrino I, II y III de corrido por enésima vez, o los videos de la Bersuit, de Police o de Pink Floyd. Dormía plácidamente después de un duro día de trabajo gracias al aire split Panasonic, de humildes 3000 frigorías. A veces, sin darme cuenta del exceso, lo juro, leía a Fontanarrosa o a Galeano bajo la lamparita incandescente de 75 Watts de mi mesita de luz. Usaba un teléfono Southwestern Bell de doble base, ambas enchufadas, que había comprado en un viaje a Ciudad del Este por un precio módico, junto con un autito a control remoto que se rompió a la primera hora de uso. Disfrutaba, (qué inconsciente era), de ver a mis hijos jugando al FIFA 2008 o al Guitar Hero en la Play, que no compré en mi viaje a Ciudad del Este por termor a que me cagaran y terminé comprando en Garbarino, donde me cagaron. Cargaba los celulares cómo si tal cosa, y hasta las pilas recargables compradas con su cargador, en aquel viaje a Ciudad del Este. Usaba mi PC con frecuencia, trabajaba con ella, escribía, descargaba y veía fotos, entraba a internet y leía los diarios y otras cosas, imprimía a veces con una vieja pero noble EPSON C67 hasta que trajeron una HP con scanner que colocaron sin sacar la otra. Usaba un ventilador Tuyu apuntando al CPU porque la fuente me andaba mal y recalentaba, lo que hacía que la máquina se apagara sola. A veces, recuerdo, Silvia padecía de algún ataque de gatodumismo y se ponía a hacer licuados y esas cosas con una Moulinex multiuso, o café en una máquinita negra muy linda que compramos en Auchan, hoy Walt Mart. En fin, esas cosas.


Qué idiota fui ! Hoy puedo decirlo sin remordimientos, sin prejuicios, sin falsas modestias: qué idiota fui !


La felicidad, señora, señor, la felicidad es otra cosa !!!


Mi vida comenzó a cambiar ese 20 de enero de 2009 cuando entré a casa y levanté el sobre que habían tirado por debajo de la puerta: decía Edesur, Factura N° 0007-18085652, Cliente N° 01073634-0, con vencimiento el 3 de Febrero de 2009 y un segundo vencimiento el 17 del mismo mes (SI, el mismísimo día de mi cumpleaños N° 41, hasta esa delicadeza tuvieron!) por un total de OCHOCIENTOS VEINTIDOS PESOS CON VEINTIÚN CENTAVOS (822,21).


Recuerdo haber llamado al 0810-222-0200, N° de llamado 10793873, y haber recibido una auténtica lección de vida de la señorita operadora, que dedicó largos minutos de su vida a brindarme una explicación brillante, cargada de argumentos técnicos y legales que yo desconocía y que desde ese día pude incorporar a mi modesto bagaje intelectual.


Cuánto aprendí de vos, querida operadora de Edesur!! Hoy, con la sabiduría y la calma que sólo da el tiempo, vuelvo mi mirada a ese día, y no puedo creer que te haya dicho si me estabas tomando de pelotudo y que vos y tu empresa se podían ir bien a la reconcha de su madre y que tendrían que estar todos presos, Menem, los gallegos que la compraron, los chilenos que la compraron después, la familia de Menem y la de Pinochet y la de Felipe González y toda esa manga de hijos de mil putas que se llenaron los bolsillos a costa de tarifas a precio dólar y gastos y salarios en pesos, y también Nadal, Fernando Alonso, el chileno Salas y los corruptos ladrones de Luz y Fuerza, que se podían meter en el orto los hoteles de Villa Giardino, Mar del Plata e Iguazú que alguna vez les usé.


Hoy no lo puedo creer. ¿Qué me ocurrió para reaccionar así? No lo se.


Admito que no fue la primera vez, pero eso no agrava mi culpa sino que la atenúa. ¿Debo ser tratado por personal adecuado para mi psiquis explosiva? Tal vez.


Algo similar me había ocurrido hace unos meses cuando recibí una factura de Telefónica de
$ 586,47 y la chiquita que atendió mi reclamo me dijo: no se preocupe señor, páguela y después reclame que seguramente debe haber algún error. Aquel día, tuve el tupé de intentar reclamar personalmente en Telefónica de Av. Mitre. Qué boludo fui! Señor, usted no sabe que los reclamos son sólo telefónicos ? me dijeron con buen tino y medido recato. Cómo yo no sabía eso !!! Qué pedazo de pelotudo era entonces! Encima, creyendo tener razón y creyéndome no sé qué cosa, di un puntapié al mostrador causando la caída de una impresora que estalló en el piso, provocando la atenta corrida del señor de Prosegur, a quien mandé equivocadamente a la concha de su madre.


De otros hechos, no voy a comentarles, queridos amigos de Edesur, porque mi natural verguenza neutraliza mis necesidades orales. Pero sepan que ya no soy ese energúmeno, ya no soy ese negro kilombero que por no se qué cuenta pendiente arrastrada desde la infancia, provoca y ataca los bienes muebles e inmuebles de las empresas de servicios públicos, legalmente privatizadas por el estado nacional, en procesos ajustados a derecho hasta tanto Dios y la Patria no ganen las demandas respectivas si alguna vez deciden presentarlas.


Por ello decidí escribir esta carta, para agradecerles lo que han hecho por mi. Hoy los domingos juego al ludo matic con mis amigos, mis hijos salen a cazar pájaros y ratas a la esquina de casa, donde un pozo de tres metros de diámetro y dos de profundidad realizado semanas atrás por los hermanos de AYSA ha renovado la fauna de nuestro hábitat dando nuevos bríos a todo el ecosistema de la zona, duermo en la terraza, admirando los millones de estrellas que brillan en el firmamento y disfrutando de los vientos admirables de este lugar del mundo, veo viejas fotos kodac que me han reencontrado con mis ancentros de quienes prácticamente había olvidado sus rostros, disfruto de cada hoja que la brisa traslada con ternura maternal, me levantan los rayos de Febo o la sirena de los bomberos de Sarandí.


En definitiva, señores de Edesur, soy otro. Y buena parte de eso, se lo debo a vuestra empresa. No alcanzarán los días que tengo por delante para construir un agradecimiento acorde al que merecen.


A los pies de Ustedes.

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