
La primavera cambia los estados de ánimo; predispone a la amabilidad al cajero del Banco Patagonia ventanilla Dos hasta extremos inauditos; relaja el rostro anguloso del kiosquero de Belgrano y Berutti y afloja los elásticos del corpiño de la promotora de Pan Bimbo en el Carrefour de Avenida Pavón.
La primavera nos viste de fiesta y nos lava la cara por los próximos trescientos sesenta y cuatro días; nos invade con sus olores a hierba fresca, flores silvestres y caca de perro. La primavera explota como sólo Vivaldi puede contarlo, y se mete en la piel y los huesos de cada habitante de esta ciudad de acero y cemento.
Por eso es que la primavera me rompe las pelotas.